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  • Ni hombre ni mujer: El sexo es un espectro

    Artículo de Alexandra Hernández El Gobierno de Estado Unidos está intentando establecer una definición legal de “hombre” y “mujer” a través de su Departamento de Salud y Servicios Humanos, basándose únicamente en la apariencia de los genitales y considerando que cualquier “ambigüedad” podría resolverse con una prueba genética. El Departamento afirma que los procesos para decidir el sexo en un certificado de nacimiento serán "claros, basados en la ciencia, objetivos y administrables". Esta propuesta, acorde a un artículo publicado en una de las revistas científicas más importantes, Nature, es una “idea terrible que debe ser eliminada”, debido a que no está científicamente sustentada y que “desharía décadas de progreso en la comprensión del sexo” como una clasificación que se basa en características múltiples: genética, hormonas, gónadas, genitales externos e internos. Además, el artículo de Nature afirma que el género (escuchen, amigues de Con Mis Hijos No Te Metas) es “una construcción social relacionada con las diferencias biológicas, pero también enraizada en la cultura, las normas sociales y el comportamiento individual”. Este intento de mantener el sexo como una clasificación binaria y no como un espectro socavaría los esfuerzos para reducir la discriminación contra las personas transgénero y aquellas que no entran en las categorías binarias de hombre o mujer. Según algunas estimaciones, 1 de cada 100 personas nace con alguna forma de intersexualidad (genética, hormonal, genital, gonadal). A pesar de que aún se le considera como trastorno del desarrollo sexual, la mayoría de formas de intersexualidad no implican alteraciones médicas, es decir, no afectan el desarrollo de las personas.  Sin embargo, durante gran parte siglo XX, los médicos han alterado quirúrgicamente los genitales de los recién nacidos para que coincidan con uno de los sexos, esperando que el niñe se adapte. Con frecuencia se han equivocado, explica Nature: un estudio de 2004 rastreó a 14 niños genéticamente masculinos que recibieron genitales femeninos; 8 terminaron identificándose como hombres y la intervención quirúrgica les causó una gran angustia. Sobre las personas transgénero, la revista indica que algunas evidencias sugieren que la identidad transgénero tiene raíces genéticas u hormonales, pero sus correlatos biológicos exactos no están claros. Más allá de la causa, organizaciones como la Academia Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics) aconsejan a los médicos tratar a las personas de acuerdo con su género preferido, independientemente de su apariencia o genética. La comunidad médica y científica considera que el sexo es más complejo que solo hombre y mujer, y considera al género como un espectro que incluye a las personas trans y las que no se identifican como hombres ni mujeres. La propuesta del Gobierno estadounidense ignoraría el consenso científico. La idea de que la ciencia puede llegar a conclusiones definitivas sobre el sexo o el género de una persona es fundamentalmente defectuosa. Las pruebas de ADN que verifican la presencia de un cromosoma Y tampoco son confiables: las personas con cromosomas XY pueden tener características femeninas debido a condiciones que incluyen la incapacidad de responder a la testosterona. Sin embargo, las pruebas hormonales para definir el sexo también son defectuosas, debido a que ciertas condiciones médicas pueden elevar los niveles de testosterona de las mujeres al rango masculino típico. Además, la recombinación genética puede transferir los genes del cromosoma Y a los cromosomas X, lo que da como resultado que las personas con cromosomas XX tengan características masculinas. Para Nature, los intentos políticos de encasillar a las personas en hombre y mujer no tienen nada que ver con la ciencia, sino más bien con la intención de despojar de derechos y reconocimiento a las personas cuya identidad no se corresponde con estas ideas obsoletas de sexo y género. No es la primera vez que la administración Trump ataca las protecciones legales para personas transgénero y no binarias. Y tampoco es el único que lo hace. En nuestro país y en otros países de Latinoamérica, el movimiento Con Mis Hijos No Te Metas y otros colectivos mal llamados pro familia esparcen la idea de que la familia natural solo está compuesta por hombre y mujer, que el género no existe y que nacemos solo como hombres o mujeres biológicos. Para Nature, estas ideas se gestan “haciendo mal uso de la ciencia, con el fin de dañar grupos marginados en la búsqueda de obtener puntos políticos”. “Instituir una política con una definición estrecha de sexo o género y sin fundamento en la ciencia sería un gran paso hacia atrás para los Estados Unidos en temas de identidad de género” finaliza la revista. No podríamos estar más de acuerdo.

  • 6 mitos sobre el video de #ConMisHijosNoTeMetas sobre el Enfoque de Género

    Por: Alexandra Hernández Mientras marcha el colectivo “Con Mis Hijos No Te Metas”, por ahí circula un video con el que buscan ganar adeptos y que no tiene nada de didáctico ni educativo y que está lleno de falsedades, imprecisiones y discriminación. En el video participan el presentador Kevin Márquez, el psiquiatra (¿?) René Flores y la comunicadora Giuliana Caccia. El sesgo discriminatorio de su interpretación de la realidad científica y social es tan fuerte que considero peligroso no aclarar algunos de los puntos más importantes que tocan en su video. Estudio sobre genética de los “no heterosexuales” divulgado por el Dr. Huerta Los panelistas critican un artículo publicado por el Dr. Huerta en donde hace referencia a un estudio recientemente publicado que tiene como título “La genética de la persona no heterosexual”. El Dr. René Flores critica que no se ponga la palabra “homosexual” para referirse a los no heterosexuales, sin embargo, el estudio (por fin!) se refiere a todas aquellas personas que no tenemos orientación heterosexual, sino que somos homosexuales, bisexuales o asexuales. Pareciera que los de CMHNTM son incapaces de reconocer que la orientación sexual es bastante compleja y amplia y que se define como un espectro y no categorías, lo que limita muchísimo el estudio y las conclusiones que se toman sobre la sexualidad. Por otro lado, a pesar de que Elmer Huerta hace un trabajo importantísimo como divulgador científico y es un valioso aliado del activismo LGBTI y feminista, es peligrosísimo seguir manteniendo el discurso del gen gay o buscando las bases genéticas de la orientación sexual para darle validez como algo natural. De hecho, el mismo estudio revela que no existe tal gen gay, que muchos genes están involucrados en la orientación sexual (por lo tanto, tampoco existe el gen heterosexual) y que este estudio no tiene poder predictivo, por lo tanto la orientación sexual, como toda conducta sexual compleja, depende de muchos factores: la educación, la cultura, las hormonas, la relación con nuestro cuerpo y la genética. Esto no debe dejarnos caer en el ridículo pensamiento de que la homosexualidad se puede enseñar o forzar en los niños. Nacemos en mayor o menor medida con una tendencia bisexual, solo que a los fundamentalistas les encantaría que, debido a esa tendencia, limitemos nuestros afectos y conductas solo hacia personas del “sexo opuesto”. De hecho, eso es lo que sucede bajo el modelo sexista, homofóbico y tradicional en el que vivimos. La heterosexualidades frágil y necesita ser reforzada constantemente a través de la educación. Cabe mencionar que el mentado psiquiatra tiene una web donde expone explícitamente sus ideas sobre la homosexualidad como patología. ¿Esto estará avalado por el Colegio Médico del Perú? Estudio científico de revela que gran parte de los homosexuales que pasan por terapia de conversión logran “curarse” de la homosexualidad. Aquí el psiquiatra René Flores, quiero creer que por conveniencia más que por ignorancia, elige contar la historia a medias. Robet Spitzer fue un psiquiatra que ayudó a despatologizar la homosexualidad y retirarla de los manuales diagnóstico. Y sí, efectivamente, años después,  realiza un estudio en donde encuentra que entre el 44 % y 66 % de personas homosexuales logran convertirse en heterosexuales gracias a tratamientos de conversión. Este estudio no ha podido ser replicado, y en el  después el mismo Spitzer se retracta y pide DISCULPAS por el estudio, debido a que seguía una metodología errada y acientífica. De hecho, desde el 2015 el Tribunal Supremo de los EE.UU prohibió estas terapias por constituir una forma de violencia contra las personas LGBTI, más allá de que en el video, estos voceros de CMHNTM afirmen que se ha demostrado que estas terapias no dañan a la persona. En el colegio se quiere normalizar que los chicos no puedan “controlar” sus tendencias Al contrario, lo que la educación sexual integral y el enfoque de género quieren enseñar es a prevenir la violencia sexual. Los de CMHNTM se enfocan en los LGBTI y se olvidan que el principal objetivo de una educación con enfoque de género es prevenir la violencia, que las personas se puedan desarrollar en un ambiente seguro y disminuir la discriminación por género. No se puede enseñar a respetar a los LGBTI sin antes decir que ser LGBTI está bien, con mayor razón si alguna de esas personas en formación será o es lesbiana, gay, bisexual o trasngénero. De hecho, cuando se defiende agresores sexuales casi siempre se utiliza la carta biológica para justificar la violencia sexual. Ella estaba borracha o se puso minifalda y el pobrecito no se pudo controlar, porque la testosterona en los hombres o la genética los obliga a actuar, está en su “naturaleza”. ¿Quiénes son los que no se pueden controlar, entonces? Ni la testosterona ni la genética ni ninguna naturaleza hace a los XY seres sexuales descontrolados, el mandado reproductivo que utiliza CNHNTM para justificar su defensa a la familia natural es una idea desfasada, acientífica y limita el estudio de la conducta del ser humano. La reproducción no es la única función de la sexualidad, las criaturas más parecidas a nosotros tienen comportamiento sexual no reproductivo. Nuestra inteligencia está fundamentada en nuestra diversidad, también en la diversidad sexual. Feminicidios están asociados a problemas de salud mental (psicopatía) Según ENDES (revisión realizada por el Consorcio de Investigación Económica y Social) solo un número mínimo de feminicidas y agresores sexuales tienen patologías mentales. Esta es una mentira descarada. Esta afirmación, además, invisibiliza las otras formas en que observamos la violencia de género, que no solo pasa por el feminicidio, sino que tiene otras aristas en la violencia psicológica, social y económica. Muchas mujeres en movimiento conservadores afirman que el feminismo no ha logrado nada, que ellas nunca se han sentido “menos” que los hombres o que nunca se han sentido acosadas en la calle. Tienen derecho a su experiencia, pero el enfoque de género tiene como evidencia la experiencia y desigualdad en la que viven muchas mujeres que difícilmente tienen una voz en medios de comunicación. Olvidan que la razón por la que tienen un espacio en política, la academia o en medios, es justamente la insistencia feminista y un esfuerzo por promover la igualdad. La violencia machista no existe, crímenes de odio son la punta del iceberg, la mayoría de asesinatos son contra varones y nadie habla de eso. Es cierto que la mayoría de muertes son hombres, y que estas muertes son por sicariato y delincuencia, incluso por altercados cojudos y peleas sonsas. Pero, me pregunto yo, no sé, ¿quiénes son aquellos que matan a estos hombres?, ¿no son acaso otros hombres, en su mayoría?, entonces, el análisis de género aquí tiene mucho que ver.  Además, el especial ensañamiento que existe en los asesinatos de mujeres y LGBTI da cuenta de la discriminación. No importa si son minoría, este tipo de violencia se ejerce por considerar que mujeres y LGBTI somos menos, somos de segunda categoría y no estamos en espacios de poder. A las niñas les enseñan a convertirse en lesbianas y eso trae enfermedades más adelante. Salvo por las enfermedades de transmisión sexual que podrían contagiarse entre lesbianas, que de hecho son menores a las que se transmiten entre heterosexuales, bisexuales y gais, no existe evidencias de que alguna enfermedad se contraiga solo por el hecho de ser lesbiana. La atracción sexual es dinámica. Todas las personas, heterosexuales o no, se cuestionan y sienten atracción en algún momento de su vida por personas que se supone que no le gustan. Este tipo de discursos confunden a los padres de familia, porque los convencen de que uno quiere obligar o imponer algo que no se puede obligar o imponer. Es importante que existan normas claras antidiscriminación, y políticas no tolerantes con este tipo de violencia. Existen, en este momento, niños, niñas y adolescentes que sienten que están mal, que su vida no tiene sentido y que sufren violencia homofóbica en las escuelas. Muchos jóvenes tienen miedo de admitir su orientación sexual o vivirla libremente porque tienen miedo de que sus amigos los dejen de querer. Algunos ya se han suicidado. Hay adolescentes que creen que para mantener una relación con su enamorado deben tener relaciones sexuales a pesar de que no están seguras de hacerlo o que sus fotos desnudas están circulando por todo el colegio porque están con un chico que no sabe lo que significa cuidar la privacidad del otro. Todo esto se previene con una educación con enfoque de género. ¿Quién, en su sano juicio, podría oponerse a esto?

  • Exigimos al Colegio de Psicólogos pronunciamiento oficial contra "terapias de conversión"

    El Colegio de Psicólogos permitió que en su local se incentivara la inscripción a una charla sobre "desarrollo de la heterosexualidad", una forma enmascarada de terapia de conversión a homosexuales, bisexuales y transgénero. Con este nuevo nombre se enmascaran las terapias de conversión, acciones nocivas que tienen como finalidad convertir a las personas LGBTI en heterosexuales, debido a que consideran que ser lesbiana, gay, bisexual o trans es un trastorno o “sentimiento psicológico” y no orientaciones sexuales o identidades de género válidas. Como asociación que defiende los derechos humanos de las personas LGTBIQ expresamos nuestro rotundo rechazo a estas iniciativas sin respaldo científico y que constituyen formas de violencia y discriminación. En efecto, la Asociación Americana de Psicología, la Organización Panamericana de la Salud, La Organización Mundial de la Salud y otras instituciones internacionales condenan este tipo de terapias porque constituyen “una grave amenaza para la salud y el bienestar de las personas”. Estas terapias carecen de validez científica: en el año 2009, la APA realizó una investigación concluyente sobre este tipo de terapias, indicando que muchos estudios que las avalan tienen problemas metodológicos y están sesgados por la religión o la poca claridad de sus conceptos. Además, son consideradas una forma de discriminación y violencia contra las personas LGBTI, por lo que países de la región como Brasil, Chile, Argentina y Ecuador tienen pronunciamientos claros en contra de la promoción y aplicación de este tipo de agresiones contra la población de lesbianas, gais, bisexuales y trans. Del mismo modo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que estas terapias son “dañinas, contrarias a la ética, carecen de fundamento científico, son ineficaces y podrían constituir una forma de tortura”. Lo que el Colegio de Psicólogos de Lima ha difundido constituye una confrontación directa a la lucha por los derechos de las personas LGBTI y es una peligrosa iniciativa que pone en riesgo la vida de miles de personas en el país que afrontan diariamente experiencias discriminatorias y que luchan por la posibilidad de vivir una ciudadanía plena. La psicología es una disciplina que busca promover el estudio científico de la conducta humana y la promoción de la salud mental. En ese sentido, el Colegio de Psicólogos tiene responsabilidad sobre los contenidos que se imparten en la formación de profesionales que tienen a su cargo niños, adolescentes y adultos LGBTI que buscan atención profesional debido a las múltiples consecuencias que genera la homofobia, transfobia y el prejuicio social en el desarrollo de su proyecto de vida. Exigimos que el Colegio de Psicólogos del Perú cancele inmediatamente esta y cualquier otra capacitación sobre terapias de conversión o de “desarrollo de la heterosexualidad” y tenga mayor rigurosidad sobre los expositores y los contenidos que se imparten dentro de su plan de educación. Asimismo, a fin de evitar confusión en los profesionales de la salud, exigimos que el Colegio de Psicólogos emita un pronunciamiento oficial mediante el cual rechace estas terapias y se disculpe públicamente con la comunidad LGTBIQ por haber sido plataforma para difundir actos que atentan directamente contra nuestros derechos fundamentales. Si eres estudiante de psicología, egresado o colegiado, firma esta petición que llevaremos al Colegio de Psicólogos para exigir una postura formal sobre este tema y prevenir el fomento de actitudes discriminatorias desde los profesionales de salud mental https://goo.gl/g7zyTW

  • 4 Falacias que utilizan los detractores del enfoque de género.

    El pasado 18 de abril se llevó a cabo un debate sobre género y la currícula educativa que se ha propuesto en el Perú y que incluye enfoques antidiscriminación y de igualdad de género. Los invitados a este debate, que se desarrolló en la Pontificia Universidad Católica del Perú, fueron los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez, quienes han publicado un libro llamado “El libro negro de la nueva izquierda” en donde, entre otras cosas, intentan ridiculizar al feminismo que propone la igualdad de los géneros. El debate sobre el feminismo y el enfoque de género es muy necesario y saludable en una sociedad y debe realizarse en el marco de los conocimientos científicos y los conocimientos de quienes trabajan con las conductas humanas y el desarrollo social. El problema es que desde el momento en que se les da a sus detractores un espacio en igualdad de condiciones, de algún modo se legitima como opinión válida lo que en realidad es un discurso que promueve la discriminación. Una discriminación en base a reduccionismos biológicos que van en contra de las evidencias científicas más actuales, los consensos científicos sobre la patologización y el enfoque de Derechos Humanos, negando la existencia del género como constructo social, lo que promueve las diferencias y la invalidez de las identidades transgénero, y relegándolas al plano de lo anormal. Y ya que los representantes de estas ideas vienen esparciéndolas en espacios masivos, vamos a ocuparnos por responsabilidad social de algunos de los argumentos que utilizan Laje y Márquez y a los que intentan hacer pasar por científicos cuando la ciencia más bien respalda y constata la existencia de la diversidad sexual en todas sus formas: género, orientación sexual e, incluso, el sexo biológico. A continuación algunas de las falacias: FALACIA 1 - “La naturaleza tiene un orden, somos hombres o mujeres” Biológicamente tenemos varias formas de describir las características “sexuales”. La cromosómica, la gonadal (formadora de gametos masculinos o femeninos), la hormonal y la genital. Contrario a lo que muchos creen, no todas estas características coinciden para configurar un sexo macho o hembra. En realidad no existen límites exactos para estas clasificaciones sexuales; hay formas de intersexualidad cromosómica, gonadal, genital y hormonal, como también existe una mezcla de varias. Y está comprobado que no necesariamente se acompañan de alteraciones o condiciones que impidan el desarrollo de una vida normal o la reproducción. La intersexualidad todavía es llamada alteración en mucha de la literatura médica, sin embargo, ninguna de estas “alteraciones” influye necesariamente de manera determinante en la orientación sexual o en la identidad de género. De otro lado, es cierto que existen evidencias empíricas de que los andrógenos (hormonas) juegan un papel importante en la configuración de una identidad “masculina”, pero también encontramos evidencias opuestas a esta hipótesis: hay estudios de individuos que tienen cromosomas XY y síndrome de insensibilidad a los andrógenos, que a pesar ser incapaces de responder a los andrógenos (que, supuestamente, se requieren para el desarrollo masculino de la identidad), construyen una identidad de género masculina. Según la literatura científica, la mayoría de casos con insensibilidad a los andrógenos desarrollan identidades de género femeninas. Entonces, casos como este nos indican que no hay un determinismo de la identidad de género y que la identidad no solo está mediada por la biología. Estos son paradigmas que incluso en la ciencia a veces demoran en cambiar. Por ejemplo, en el campo de las neurociencias tradicionales existe aún la idea – basada en pequeños estudios científicos no generalizables - de que hay diferencias morfológicas y funcionales entre los cerebros de hombres y de mujeres; sin embargo, la evidencia más actual sostiene que esas investigaciones tienen errores metodológicos y generalizaciones peligrosas, como explica Cordelia Fine en su libro Delusions of Gender. En cambio, otros estudios respaldan la idea de que el cerebro no puede categorizarse en hombre y mujer, como por ejemplo el estudio de meta análisis (es decir, que analiza un conjunto bastante amplio de estudios similares para buscar conclusiones generals) publicado en PNAS en el año 2015 que exploró las resonancias magnéticas de 1 400 cerebros y encontró que la mayoría de cerebros no se pueden agrupar en categorías binarias polarizadas como "hombre" o "mujer", sino que se encuentran ubicados dentro de un espectro. Claro que hablar de un espectro incomoda a los defensores del binomio hombre-mujer que se sustenta en un supuesto determinismo de la naturaleza. La sexualidad no está circunscrita a una idea binaria de los sexos. Otra prueba de ello es la existencia de la intersexualidad, una forma de sexo biológico que tiene configuraciones cromosómicas, hormonales y gonadales diferentes de las esperadas y que en muchos casos las personas no saben que tienen y que descubren en algún momento del desarrollo de manera accidental. Lo que sabemos hasta ahora es que las diferencias de género se imprimen a los niños, incluso desde antes de nacer, y debido a las expectativas que se tiene sobre su conducta con solo saber el sexo genital. También sabemos que, ni la orientación sexual, ni la identidad de género ni la sexualidad biológica dependen solo de la genética o la biología, sino que están determinadas por un cóctel único e individual de influencias genéticas, hormonales, culturales y del aprendizaje. La conducta humana es compleja y sería ridículo pensar que podría estar determinada por una sola variable, cuando la realidad es que en una misma persona confluyen de manera concomitante (y sin jerarquización) influencias que vienen desde la biología, el aprendizaje y la cultura. A esto nos referimos cuando decimos que el sexo es construido. FALACIA 2 – “Un hombre tiene derecho a identificarse mujer, pero no puede hacernos partícipe de su fantasía” (Sobre las personas transgénero) De acuerdo a esta frase proferida por uno de los expositores contrarios al enfoque de género, se entiende que proponen que una persona que se sienta identificada con un género distinto a su sexo biológico no tiene derecho a hacerlo público, que solo le alcanza su derecho y libertad para la intimidad, como si esto fuera algún delito o patología voluntaria. Aquí algunos alcances para desvirtuar la supuesta ¨fantasía¨ de sentirse identificado con un género distinto al sexo biológico. El reconocido psicólogo Stephen Rosentahl, Director de las Clínicas Endocrinológicas Pediátricas y del Centro de Género del Niño y el Adolescente (LINK) del Hospital de la Universidad de California, sostiene que el "sexo" de una persona se refiere a los atributos físicos que caracterizan la masculinidad o la femineidad biológica (por ejemplo, los genitales); mientras la "identidad de género" refiere al sentido interno de una persona de ser hombre o mujer, o a sentirse un poco de ambos o de ninguno (lo que se conoce como género no-binario). Al nacer, a la mayoría de los niños se les asigna un "sexo" basado en la anatomía genital. Con esta asignación surgen las expectativas de la sociedad, en función a roles, comportamientos y expresiones de género. Sin embargo, la identidad de género del niño solo puede ser asumida desde afuera, por lo que observamos, pero solo cuando el individuo logra alcanzar cierto nivel de desarrollo psicológico y autoconciencia es capaz de enunciar su propia identidad de género. Una categorización de identidad que, además, puede variar según la cultura y el paso del tiempo. Así, una persona puede tener una identidad de género femenina, masculina, transfemenina, transmasculina o dentro del espectro de lo no binario. Si bien el género, o las ideas sobre las categorías “hombre” y “mujer” sí son construcciones sociales, la sensación subjetiva de quiénes somos o cómo nos sentimos respecto a esas categorías, es decir la identidad de género, sí está constituida con mediación biopsicosocial, es decir, intervienen variables biológicas, psicológicas y sociales. Una prueba de cómo el enfoque a las identidades transgénero no se basa puramente en biología, como tampoco puramente en cultura, es que existen referencias a la transexualidad documentadas en diferentes culturas y épocas históricas, en las que la transexualidad no era tratada como patología, como explica Kim Pérez Fernández-Figares en el libro “El Género Desordenado” (Missé y Coll-Planas, 2010, de la editorial Egales). Es en nuestra época contemporánea, a partir de los años 80, que la transexualidad se presenta como Trastorno de la identidad de género en el DSM III (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). Es decir, en ese momento se configuró un cambio en el discurso sobre la transexualidad basado en un enfoque restringido y biológico-determinista de las ciencias médicas, algo completamente opuesto a un enfoque más integrador de la sexualidad. Así como la homosexualidad se retiró de este manual en 1973 y del manual de la Organización Mundial de la Salud en 1990, en la actualidad, la transexualidad no está contemplada como enfermedad por la APA y la OMS ya está en discusiones para retirarlo también, reemplazándolo por el término “Disforia de género” para asegurar el acceso a tratamientos de afirmación de sexo en las personas trans que así lo requieran. Hoy sabemos, y es consenso científico, que las identidades transgénero son válidas, existen y son condiciones reales. Su génesis tiene cierto componente genético, aproximadamente el 40 % de concordancia entre gemelos, (que en un mismo par de gemelos uno sea trans y el otro también). Pero no son los únicos factores influyentes en la identidad de género. Otros componentes biológicos (el hormonal y cerebral) y, por supuesto, el cultural, median la experiencia de las identidades trans. Una persona trans podría no hacer cambios en su cuerpo, o puede que sí, lo importante es que sienta validada su identidad. El resto de su experiencia personal se desarrolla sin complicaciones, siempre que no se vea afectada por la violencia discriminatoria. Por ejemplo, un estudio publicado en el año 2016 en la revista científica Pediatrics y analizó la salud psicológica de 73 niños trans y 73 niños cisgénero (con identidades de género esperadas según su sexo biológico) encontró que los niños transgénero que son apoyados por sus padres no son psicológicamente distintos que los otros niños. Las personas trans existen, y solo esa es razón suficiente para incluir políticas educativas que promuevan la igualdad y la no discriminación. FALACIA 3 - “El enfoque de género no es científico porque no tiene base empírica” La carencia de evidencia empírica es un tema transversal a las ciencias sociales, psicológicas y todas aquellas que intentan explicar al ser humano y su conducta (incluido el enfoque de género), y es que, siendo el sujeto de estudio el ser humano, muchas veces se presentan situaciones en las que sería antiético poner a prueba ciertas teorías sociales o psicológicas en las que se tendría que manipular el contexto social de un niño, por ejemplo, para comprobar algunas hipótesis. En el caso de la Física, en Química o en ciencias en las que no se trabaja con las conductas del ser humano, la forma de comprobar una teoría es sometiéndola a metodología experimental. En el caso de la Psicología o la Sociología, lo que sí ofrecen la mayoría de investigaciones son datos estadísticos que nos pueden ayudar a reconocer problemáticas que deben ser atendidas. Debido a ello, el debate social se da en planos más teóricos y políticos que empíricos. Pero no por ello debe considerarse menos válido. Otra cosa importante que recordar con respecto de la ciencia es que los conocimientos científicos no son nunca materia cerrada, por el contrario, precisamente porque la ciencia no es ideología es que siempre está abierta a nuevas teorías, que cuando son más explicativas dejan atrás a las anteriores. Así también, en el caso de las ciencias que trabajan con las conductas humanas y el desarrollo social se trabaja con estudios experimentales que aportan importante información y conocimientos que van abriendo campo y expandiendo nuestros horizontes. Pero es importante conocer que sí existen evidencias empíricas sobre el enfoque de género. Hay muchos estudios experimentales que respaldan la necesidad de intervenir sobre las expectativas y los estereotipos de género. Un importante ejemplo es la serie de tres estudios realizados por Steele y Ambady que dan evidencia de la existencia de los estereotipos de género, y cómo estos se activan y afectan las conductas. Estos estudios realizados en el año 2006, pusieron a prueba las actitudes que tenían las mujeres hacia las matemáticas. Los resultados revelaron que las mujeres a quienes se les recordaba su identidad "mujer" de manera previa, tuvieron más actitudes consistentes con el estereotipo de género (rechazo por las matemáticas), que aquellas que fueron tratadas de manera neutral. El estereotipo solo apareció cuando se les recordaba de manera sutil que eran mujeres, a través de una encuesta previa donde se les preguntaban aspectos relacionados a estereotipos de género, preguntas sobre pareja, sobre cómo se sentían, si vivían solas, etc. Lo mismo sucede cuando elegimos una profesión o carrera. Un estudio publicado por Shelley Correll en el 2004 en American Sociological Review encontró que hombres y mujeres juzgan de manera diferente sus habilidades, independientemente de qué tan buenos sean en ellas, y eso influye en su decisión sobre una carrera o profesión. Correll concluye que “los hombres no eligen profesiones ligadas a las matemáticas más que las mujeres porque sean mejores en matemáticas, sino porque creen que son mejores en ellas”. Estos estudios muestran cómo la exposición a los estereotipos de género influyen en las actitudes que las mujeres pueden tomar respecto de las actividades que se consideran, más o menos, “femeninas”. Por tanto, incorporar una educación igualitaria previene la instauración y el reforzamiento de estos estereotipos, que son dañinos porque limitan la acción de las personas con base en su género y su sexo, asumiendo que existen diferencias innatas que nos predisponen a ser mejores o peores en tal o cual actividad solo por influencia cromosómica, hormonal y cerebral. Y este es uno de los objetivos del enfoque de género. Estas evidencias se contradicen con el modelo tradicional que indica que las mujeres son peores en matemáticas y ciencias porque sus cerebros se desarrollan para las letras y el cuidado de otros, para la empatía, el reconocimiento de emociones y el servicio, debido a que la testosterona elevada en los varones atrofia el desarrollo del hemisferio izquierdo (y verbal), que sí es más grande en las mujeres. Nada de esto viene del consenso científico y sí de evidencias aisladas (¿sesgadas?). Por el contrario, este meta análisis del 2009 publicado en Philosophical Transactions of the Royal Society B no encuentra efectos de la testosterona en la lateralización del cerebro, ni el lenguaje o en la cognición visuoespacial, habilidades que se supone son diferentes en hombres y mujeres. FALACIA 4 - “Censurar el discurso de odio limita la libertad de expresión” ¿Qué es un discurso de odio? Se entiende como un discurso que promueve el odio a lo distinto o la discriminación. Cualquiera puede odiar y todos tenemos determinados prejuicios y el derecho a sentir lo que queremos sentir. A lo que no tenemos derecho es a actuar según esos prejuicios fomentando odio y discriminación que vulnera a otras personas y que genera un espacio inseguro o violento para con ellas. Existen categorías humanas vulneradas histórica y culturalmente, como la raza, el sexo, la orientación sexual, la clase social y la identidad de género. En ese sentido las personas LGBTI y las mujeres sufren de discriminación por su condición de LGBTI o de mujeres. Negar esta realidad es invisibilizar a un grupo de gente y negar la oportunidad y el derecho de hablar de un problema que existe y que grupos de poder muchas veces intentan eliminar. Es cierto que en el reporte de estadísticas sobre crímenes de odio hay problemas de sistematización. En muchos casos las muertes de personas LGBTI se dieron a mano de sus parejas o no se ha podido comprobar que el móvil fuera la discriminación. Pero reducir las estadísticas de discriminación solo a las muertes es un error muy común del que se valen los detractores del enfoque de género. Pero este problema también sucede porque no hay políticas de recolección de datos sistematizadas en el Estado que ayuden a identificar los casos de homofobia, que no solo pasan por asesinatos, sino también por violencia verbal, social y psicológica. El bullying homofóbico, por ejemplo, está bastante extendido y lo sufren tanto niños LGBTI como aquellos que no lo son. ¿Por qué? Porque no es necesario que se tengan evidencias de homosexualidad (a un niño le gusta su amiguito), sino que la homofobia se produce por cómo se ve el niño, es decir, es una violencia por la forma en que expresamos nuestro género. Y esta es una realidad palpable para todas las personas que trabajan en colegios o tienen contacto con grupos de niños. Otra razón más para educar en igualdad y sin estereotipos. Para apoyar la idea de que se intenta censurar la libertad de expresión, los detractores citan casos como el bus de la campaña española #HazteOír que fue sacado de circulación en España porque tenía el slogan “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen”. Lo cierto es que se les retire por ser un mensaje claramente transfóbico que intenta mostrar como verdad científica que el género solo debe corresponder al sexo biológico, pero eso en realidad no es más que una forma sutil de discurso de odio, de rechazo e intento de invisibilización contra personas distintas. Decir que los hombres tienen pene y las mujeres vagina es una realidad para algunas personas, pero no para todas. Por eso, quienes defendemos el enfoque de género estamos a favor de las campañas de sensibilización que visibilizan que existen mujeres con pene y hombres con vagina. Así se fomenta la inclusión y el debate sobre la identidad de género y se protege a grupos vulnerables de la violencia y la discriminación que generan la desinformación y la patologización de las personas que no tienen una identidad de género que se circunscribe a cierta norma social. Solo un ejemplo: las personas trans tienen una esperanza de vida de 35 años en Latinoamérica debido al estigma social y a la ausencia de legalidad de sus identidades que limita su acceso a derechos como la educación, la salud y el trabajo. Resulta evidente que hay personas que utilizan la pseudociencia o malas interpretaciones de la ciencia para validar discursos discriminatorios. Sin embargo, la realidad se impone y por ello para la ciencia está claro que no existen categorías estáticas ni determinismo biológico y que la diversidad de género es una realidad. *Alexandra Hernández es Licenciada en Psicología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, tiene una maestría en Neuropsicología por la misma universidad. Es feminista y activista LGBTI con estudios de género por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

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